La
experiencia de salir a conocer un ámbito, que sólo se conocía a través de los
referentes o experiencias ajenas, es sin duda, una gran oportunidad para
desprenderse de lo habitual y lo cotidiano, a nivel personal; pero aún más
importante, es poder reconocer cada uno de los aspectos que hacen de la
comunidad religiosa del 20 de Julio, una de las más importantes a nivel
regional; ya que es una clara muestra de la influencia tan grande que tiene
sobre nuestra sociedad, la iglesia católica.
Desde
su sitio web, se denota la especificidad de sus objetivos, de orden eclesiástico,
además del carácter articulador, que tiene la Iglesia del Divino Niño, de los
procesos sociales en ésta zona de Bogotá. Sin embargo, no es posible evidenciar
el verdadero significado que esta Institución tiene en dicha comunidad, por
medio de esta fuente.
Al
momento de llegar a este lugar, se hacen visibles cada una de las
manifestaciones cohesionadas por dicha institución; por ejemplo, a nivel
económico, podría decirse, que es el motor de esta zona urbana; debido al
impresionante mercado de figuras y artefactos religiosos o a los incontables
productos que se comercializan a sus alrededores. Las fotografías que se
tomaron en la salida de campo, definitivamente, no hacen justicia a la cantidad
de personas, que se dedican a ofrecer todo tipo de productos en el sitio, justo
antes de llegar a la Iglesia.
Al
recorrer las calles que rodean este templo, reconocimos algunas de las rupturas
en los discursos modernos, de los que habla Michel Maffesoli en el libro “Elogio
de la Razón Sensible”, en la incorporación de dispositivos electrónicos dentro
de la iglesia, con el fin de ampliar a otros feligreses, la imagen del cura,
oficiando la santa misa. Respecto a la ‘separación entre objetos de culto y
aderezos profanos’ (propio de la dicotomía expuesta en los discursos
religiosos), encontramos también, una nueva representación de la fe católica,
por la presencia de objetos, con acepción ‘esotérica’ y medicamentos
alternativos (ligados a las culturas indígenas amerindias, evangelizadas en la
época de la colonización española) junto a rosarios e imágenes religiosas, que
allí se ofrecían a la venta.
También
se hace evidente una ruptura estética del discurso moderno (en el costado
derecho, al exterior de la iglesia), en las expresiones artísticas de la
institución, al encontrarnos con imágenes de Jesucristo en sus muros, bajo el
estilo urbano del graffiti.
Otro
aspecto importante, es la forma en la que los feligreses asisten a la ceremonia
de la misa. Ya no es obligatorio, ir vestido formalmente, como solía hacerse
antes; en esta visita, pudimos ver cómo estos códigos de vestir cambiaron
radicalmente; las personas llevaban puestas camisetas de la selección Colombia,
tenis, gorras (dentro de la iglesia) e incluso, remeras de “Metallica”.
Luego
de ver de cerca el adoctrinamiento religioso latente en esta comunidad, pero
también diferenciar los cambios y amoldamientos a los que la institución
católica se ha sometido; queda perfectamente ilustrado el concepto de la
fractura en los discursos modernos, y cómo es necesaria una razón sensible que según
Maffesoli, M. (1997):
“Tome
la vida por lo que es… aceptando los mitos con los que se adorna”, para “volver
a esa vida vivida o más próxima a esa realidad empírica” que tanto urge en el
acercamiento a “la vida social que se apoya en la disimulación…” y asimilar que
“nos encontramos ante una especie de ‘Proteo social’ de mil caras… y resulta
inútil querer encerrarlo dentro de una definición única”, ya que “el vitalismo
brota por todos los poros de la piel social…no puede ser reducido a la unidad
de la razón”. p, 65.
REFERENCIAS:
Maffesoli,
M. (1997). Elogio de la Razón Sensible. Paidós:
España.
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